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El desarrollo humano en el mundo: tiempos inciertos, vidas inestables, en The Conversation

Sep 28, 2022 | Economía mundial

Cada año, desde 1990, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) publica su informe anual sobre desarrollo humano. Aquel primer informe sirvió para la introducción del concepto de desarrollo humano, inspirado en las aportaciones del Premio Nobel de Economía 1998, Amartya Sen, y del índice de desarrollo humano (IDH).

Un repaso por los títulos de los informes anuales del PNUD nos permite ver la evolución del mundo en las últimas tres décadas. Hubo años en los que reinaba el optimismo y los informes tenían títulos como Financiando el desarrollo humano (1991) o Desarrollo humano para todos (2016). El último, publicado el 8 de septiembre de 2022, se titula Tiempos inciertos, vidas inestables, denotando el pesimismo que parece reinar hoy en día.

Lo cierto es que en 2020 el IDH cayó por primera vez desde que empezó a calcularse, y en 2021 volvió a suceder: ha ido bajando de 0,739 en 2019 a 0,735 en 2020 y a 0,732 en 2021.

El año pasado el índice se situó en niveles similares a los que tenía cuando se aprobó la Agenda de Desarrollo Sostenible 2030.

En 2020 el IDH se redujo en el 87 % de los países y en 2021 en el 51 %. Ha sido mucho mayor el impacto de la crisis de la covid-19 sobre el desarrollo humano que el de la crisis financiera de 2008, cuando solo en un 20 % de los países se redujo su valor.

El empeoramiento del contexto actual se debe a una combinación de fuertes inestabilidades:

  • Los efectos socieconómicos y sanitarios de la pandemia.
  • Los conflictos antiguos y los nuevos (como el de Rusia y Ucrania).
  • La permanente amenaza de deterioro medioambiental.

Según el PNUD, todos estos factores dan lugar a un nuevo complejo de incertidumbres que genera a dos paradojas:

  • La existencia de progreso con inseguridad.
  • La convivencia de progreso y polarización.

Asistimos pues a grandes transformaciones sociales y a una creciente polarización en un contexto de:

  • Persistente deterioro medioambiental, lo que exige grandes ambiciones políticas.
  • Fuerte constricción del comercio internacional de bienes intermedios, necesarios para la producción de bienes finales (microchips, petróleo).
  • Defectuoso funcionamiento de los viejos organismos de gobernanza mundial, poco preparados para afrontar el nuevo panorama mundial.

Sigue leyendo en el artículo de Ángeles Sánchez Díez publicado en The Conversation