Cartas del GETEM 2025

Cambios globales
Los principales indicadores de una definición estricta de la globalización económica han sufrido importantes cambios. Los flujos de comercio e inversión, así como los monetarios y financieros han coevolucionado hasta situarse en un grado de globalización elevado. A partir de ese umbral relativamente alto, muchos se muestran erráticos. Los índices de globalización generalmente acompañan esta explicación, más allá de que se pueda usar una u otra definición de la globalización como la de Gygli y otros (2019) o Dicken (2007). A continuación, se reseñan los resultados de estos flujos y sus problemas, los cuales permiten preguntar si lo sucedido es una adaptación de las fuerzas de la globalización económica a la realidad actual o un cambio de fase del crecimiento capitalista. Por un lado, la globalización parece haber llegado para quedarse. Por otro, hay cambios en las opciones de política económica generalmente admitida, que indican cambios en las fuentes de crecimiento.
Ambos casos se enfrentan al fin de la hiperglobalización y la inefectividad del modelo industrializador exportador que presenta Rodrik (2024). La relación con los cambios en las fuentes del crecimiento no es directa. La doble transición tecnológica y mediombiental, la energía y la demografía, el territorio y la geoestrategia son cosas que no se extraen de los cambios presentados. Los determinantes reúnen más aspectos y de largo plazo, pero la globalización y los cambios de política económica están en esos determinantes.

Desigualdad, estancamiento regional y populismo en la Unión Europea y Estados Unidos
Como explicamos en una carta previa, el incremento de la desigualdad que se ha producido durante las últimas décadas ha generado un interés creciente, tanto a nivel académico, como en la opinión pública. Después de décadas de haberse convertido en una cuestión prácticamente olvidada (al menos por parte de las escuelas dominantes de pensamiento económico), el estudio y los debates sobre las causas y consecuencias del empeoramiento generalizado de la distribución de la renta se han multiplicado. Tanto es así que se ha extendido la opinión de se trataría de la principal razón detrás del creciente apoyo electoral recibido por las principales fuerzas políticas “populistas” y, en particular, de las victorias electorales logradas por Donald Trump en las presidenciales de 2016 y 2024. Sin embargo, desde la geografía económica nuevas líneas de investigación estarían mostrando que esos fenómenos políticos se encontrarían menos vinculados con la desigualdad personal de ingresos, que con el estancamiento productivo sufrido por algunos territorios desde el comienzo del proceso de globalización. La desesperanza generada por el paulatino declive económico (en términos de PIB, productividad y empleo) de esas regiones habría conformado una particular “geografía del descontento” tanto en Estados Unidos, como en la Unión Europea.

Acuerdo Unión Europea y MERCOSUR: ¿Un brindis al sol o un balón de oxígeno?
Por fin, el pasado 6 de diciembre de 2024 en Montevideo se firmó el Acuerdo final de Asociación entre la Unión Europea y el MERCOSUR. El camino para llegar hasta acá ha sido largo y tortuoso. Han pasado treinta años desde la firma del Acuerdo Marco de Cooperación Interregional Unión Europea–MERCOSUR (AMI) en 1995, y cinco desde que, en 2019, se acordara abordar sus componentes comerciales y de inversión, que limitaba su alcance económico (no así en otros temas como los relacionados con la cooperación económica y el diálogo políticos).
Se trata de un acuerdo que afecta dos importantes esquemas de integración que reúnen a cerca de 750 millones de personas (450 millones europeos y 250 millones de americanos) y que conjuntamente generan un PIB que asciende a más de 20 billones de euros. Tras la firma del Acuerdo por la Comisión Europea y los Estados americanos queda pendiente el proceso de ratificación por parte del Parlamento y el Consejo de la Unión, así como de los Parlamentos nacionales.

2024: año electoral en África Subsahariana
En un contexto mundial en el que las poliarquías y los valores democráticos se encuentran en riesgo de involución, 2024 se preveía como especialmente fructífero en celebración de elecciones en África Subsahariana. Hasta en 21 países estaban programados comicios presidenciales, legislativos y/o locales. Casi todos ellos son derivación de la gran transición política iniciada en los años 1990, tras el fin de la Guerra Fría, cuando los regímenes poscoloniales de partido único, militares o personalistas fueron sustituidos, al menos formalmente, por regímenes pluripartidistas y gobiernos representativos surgidos de las urnas.
Más de treinta años después de iniciado este proceso, y en un contexto discursivo y geopolítico mucho menos favorable a las libertades civiles y políticas, los dispares resultados arrojados por las elecciones de 2024 son una buena imagen del estado de la democracia en África. Desde finales de la década pasada se ha producido un descenso de los indicadores de participación y libertades políticas disfrutadas por los africanos. No obstante, la celebración de elecciones se mantiene como un rasgo común en muchos regímenes del subcontinente, aunque a veces sea en forma de promesa en un futuro indeterminado.
Lo que 2024 demuestra es la divergencia que parece haberse consolidado en relación con el papel de las elecciones en la conformación de gobiernos y en la estabilidad de los países africanos. De las citas electorales que estaban previstas para este año, ocho pueden considerarse “limpias y libres”, y la mayoría de estas han dado como resultado cambios de gobierno. En otros ocho países las elecciones, que han confirmado al grupo en el poder, han sido cuestionadas en mayor o menor medida por la oposición o por los observadores internacionales. Finalmente, otros cinco de los comicios programados se suspendieron o pospusieron debido a golpes de estado en años anteriores y otros eventos.