La guerra es inflacionaria. Sin embargo, la inflación actual viene de antes del conflicto en Ucrania. Según Eurostat, en enero de 2022 la inflación interanual ya había llegado al 5,1 % en la eurozona cuando en diciembre de 2019, antes de la pandemia, era solo del 1,2 %. La cifra de 9,1 % para agosto de 2022 –la más alta de los últimos 50 años– tiene dos potenciales causas actuando al mismo tiempo:
La oferta
La guerra física en el frente ruso contra Europa y la guerra económica entre Estados Unidos y China inciden en tres factores principales:
- El suministro energético a Europa se utiliza como arma geoestratégica.
- La capacidad de producción de la fábrica del mundo, China, se reduce debido a su política cero covid.
- Las cadenas de suministro marítimo se vuelven lentas, inseguras e ineficaces.
La demanda
Tras la aparición de la covid-19 las grandes economías (incluida la europea) fueron rescatadas mediante el mayor programa de estímulos monetarios y fiscales de la historia. Se aumentó la cantidad de dinero en circulación –imprimiendo billetes mediante programas de compras de bonos–, se redujeron los tipos de interés a mínimos históricos y se realizaron transferencias públicas a empresas y ciudadanos para mantener su capacidad de gasto en los periodos de cuarentena y de restricciones a la movilidad.
De este modo, con una oferta constreñida por las dificultades en el comercio global y en el sector energético mundial y una demanda desbocada debido a la cantidad de dinero disponible, la inflación –que no es más que el desajuste entre oferta y demanda reflejado en los precios– empuja al alza.
Sigue leyendo en el artículo de David Matesanz publicado en The Conversation