Los referentes teóricos sobre los que se construye la medición de la economía están detrás de las carencias del PIB. La ortodoxia imperante en las últimas décadas ha ignorado que crecimiento y desarrollo no son sinónimos. El desarrollo incluye aspectos del bienestar humano, social y ambiental.
El valor del PIB como medidor de coyuntura es innegable. Pero los cambios estructurales de la economía y la sociedad en el tiempo son más complejos. Por eso, el análisis de los procesos económicos ha de apoyarse en una batería de indicadores que contemple aspectos sociales y ambientales.
En la actualidad parece lejano llegar a un consenso internacional sobre un indicador compuesto que incluya variables bajo los criterios de los objetivos de desarrollo sostenible. Pero no es imposible. En este sentido, los nuevos indicadores sobre calidad de vida, así como el IDH en sus versiones mejoradas, resultan opciones válidas. Es nuestra responsabilidad como economistas darles un mayor uso y difusión en sus diferentes versiones.
Sigue leyendo en el artículo de Laura Pérez Ortiz, Ana Viñas Apaolaza y Ángeles Sánchez publicado en The Conversation