La adaptación a las consecuencias del clima, para protegernos a nosotros mismos y a nuestras comunidades, ha cobrado un papel fundamental en los últimos tiempos. Pese a esto, se estima que tan solo entre el 20 y el 25 por ciento de los fondos concesionales para el clima se destinan a la adaptación. La mayoría de los fondos se destinan a la mitigación, otra forma de acción climática que ha tenido tradicionalmente el papel protagonista. La mitigación consiste en la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera para frenar así el ritmo del calentamiento global.
Los impactos del cambio climático no recaen ni recaerán de manera equitativa o justa ni entre países, ni entre comunidades, ni entre personas, ni entre generaciones. Por ejemplo, el costo humano y económico de inundaciones, sequías y tormentas es 15 veces mayor en regiones altamente vulnerables que en las menos vulnerables, según el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). En consecuencia, ha habido un enfoque creciente en la llamada justicia climática.
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